El paisaje posee múltiples dimensiones, algunas de las cuales solemos
pasar por alto ante la primacía de la visión por sobre los otros sentidos. De
igual manera, existen múltiples factores en la elaboración del vino que
diferencian uno de otro y que responden a las singularidades de cada territorio
en que es elaborado, factores que son casi imperceptibles para nosotros al no
reparar en ellos. El viento es uno de estos, y pese a ser un agente invisible,
tiene importantes efectos en el desarrollo y cualidades finales del vino, al
igual que en el paisaje, esparciendo y modelando su vegetación.
Dependiendo de la época del año, el estado de maduración de las viñas,
y fundamentalmente su ubicación, el viento puede tener consecuencias tanto
favorables como desfavorables en el proceso vitivinícola, y es que los vientos
pueden variar en su temperatura, humedad o velocidad según su cercanía al mar,
ríos o montañas por mencionar algunos ejemplos. Entre otras cosas, el viento
influye en el tamaño de las uvas, el grosor de sus pieles y ralentiza el
proceso de acumulación de azúcar en ellas, afectando la acidez, estructura y
dulzor del vino. Podemos concluir de esto, que es posible vivenciar el paisaje más allá
de su contemplación visual a través de diversas experiencias sensoriales como
lo puede ser el beber una copa de vino. Es por esto por lo que es pertinente y
deseable la creación de nuevos artefactos para descubrir y potenciar estas
experiencias.
Mediante dos monolitos verticales situados en los viñedos, Wind
Tasting propone una experiencia sensorial de apreciación del paisaje a
través de la audición, transformando el viento en sonido y este en una muestra
de cada uno de los territorios. En primera instancia, cada monolito es un artefacto que reacciona ante
el viento de cada locación, mediante una piel de escamas de madera que se
sacuden al interactuar con él. A su vez, también son concebidos como espacios
íntimos para la apreciación del paisaje en tranquilidad. Esta experiencia será
distinta y singular en cada locación de igual manera que lo son sus vinos
producto de sus distintos contextos geográficos.
Por último, cada artefacto es un hito en el
paisaje, que se eleva por sobre su horizontalidad y repetición. La piel de
escamas de madera, que envuelve lateralmente la estructura vertical y
configuran su condición de espacio interior, es resultado de seccionar en
partes iguales la totalidad de los tableros Garnica y reiterarlos
verticalmente, de igual manera que lo hacen los cultivos de manera horizontal,
aludiendo así a un lenguaje propio de lo rural, donde la meticulosidad de un
proceso y lo natural convergen en la producción del paisaje.
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